CUENTO

Publicado el 28 de noviembre de 2020

Momentos Únicos

Ezra Vallenas Cuenca

Estaba absorto en mis pensamientos, procesando todo lo que había sucedido hasta que me di cuenta que era la voz de Mike.

—¡Jonaaaaa! ¡Jonaaaaa! —gritaba caminando en dirección hacia mí.

—Tranquilo, aún no me fui ni escape —dije sonriendo y levantando una ceja.

—No te traje a rastras de la biblioteca para que te quedes sentado— dijo en tono burlón.

 —No, Mike, me trajiste a esta fiesta porque siempre te pasas de copas y necesitas que te lleve a casa —respondí en el tono más amable y cómico que pude.

—Vamos, no fue así. Te traje porque me parece estúpido que la mayoría de tu tiempo lo ocupes en la biblioteca en vez de disfrutar de la vida— estaba siendo condescendiente.

—La disfruto a mi estilo, en la biblioteca —dije un poco más serio.

—La vida tiene pocos momentos únicos —afirmó sonriendo.

 —¿Únicos?

—De esos momentos en los que se te para el mundo y tú solo piensas en quedarte en ese momento para siempre —se le formaba una sonrisa en el rostro y su mirada apuntaba hacia dentro de la casa—. Como cuando estoy en medio de la fiesta y todos saltan a mi alrededor al ritmo de la música, se vuelve para mí de esos momentos únicos.

—No sé a qué te refieres —contesté fríamente. Claro que sabía a qué se refería. Al terminar un libro, al leer esas últimas palabras. El mundo se me para al cerrar por fin aquel libro. Pensar en el fin de aquella historia de la cual fui parte de cierta forma.

—Espero que puedas tener uno de esos momentos antes de morir, querido amigo —dijo ya alejándose caminando hacia dentro de la casa para continuar con la fiesta.

Después de unas horas en las que tomé un par de cervezas, pude notar que Michael ya se estaba sobrepasando. Entonces, rodeé su hombro con mi brazo y le dije ‹‹ya es hora››. Se lo dije de una forma tan asertiva que mansamente como un perro domesticado me siguió hacia la salida, pudiendo evitar de esa forma el escándalo que se hubiera formado causado por las acciones de un Michael ebrio.

—¿Ya te dije que eres mi mejor amigo? — balbuceó mientras caminábamos.

 —No hace falta que lo digas, mi ebrio amigo —dije riendo mientras lo miraba

 —Viejo, me quiero ir de San Francisco —sonaba decidido, aunque lo dijera balbuceando.

—Y lo harás, pero debes dejar un poco las fiestas y concentrarte en tus estudios.

—Desde mañana podrías ser mi tutor.

—Sí, claro —respondí riendo y siendo sarcástico.

 —Es en serio —se detuvo bruscamente.

 —Es la tercera vez desde que no conocimos que me lo pides y siempre lo dejas al mes —respondí algo molesto.

 —Ya estamos cerca de graduarnos. Sabes que mi familia está casi en quiebra. Quiero terminar la escuela y entrar a una universidad prestigiosa para que mis padres estén orgullosos de mí —se le notaba apesadumbrado—. Tal vez así se unen por una vez. Esta vez es en serio. Desde mañana daré todo de mí para lograr esto. Lo lograré gracias a ti cerebrito. Así que, si no te lo dije alguna vez, ahora te lo digo: Eres mi mejor amigo —estaba decidido, a pesar de decirlo balbuceando.

—Entonces mañana comenzamos, Mickey —dije sonriendo e intentando resistir las ganas de llorar por lo sentimental que soy.

Al estar ya a unas cuadras de la casa y yo emocionado por lo que acababa de escuchar, un tipo encapuchado nos encañonó.

—¡Saquen todo lo que tienen! —dijo el asaltante. Yo estaba terriblemente aterrado. No podía ni contestar nada—. ¡Rápido, mierda!

—Por favor no… Lo haremos; sólo tranquilizante —respondí intentando no exasperarme.

 Rápidamente Mike, cegado por los efectos del alcohol, se abalanzó sobre el asaltante. Hubo un forcejeo entre ambos, y casi de inmediato escuché una pequeña explosión: el arma había sido disparada. Mike cayó al suelo y a su alrededor rápidamente se formaba un charco de sangre. El asaltante dejó caer el arma.

Todo pasó tan rápido.

 Me acerqué a Mike para intentar detener el sangrado. Vi al tipo llorando al lado al parecer arrepentido —tal vez pensó que daría un par de tiros de advertencia, nos quitaría todo lo de valor y se iría como si nada hubiera pasado— y por un momento sentí lástima por él. Pero recordé nuestra conversación de hace unas cuadras atrás; mis emociones tomaron control desde ese momento. Enfurecí y casi por impulso agarré el arma y le disparé a quemarropa.

—¿¡QUÉ HICE!?, ¿¡QUÉ HICE!?, ¿¡QUÉ HICE!? —empezaba a sentir gotas que resbalaban por mí cara.

‹‹Dos personas muertas y yo con el arma en la mano. No importa el principio de legítima defensa, siempre me salpicaría algo de la sentencia a mí y mancharía mi registro. Ya escuchaba a las personas de las casas cercanas llamando a la policía informando sobre los disparos››. Me quedé viendo los dos cuerpos convertidos ahora en fuentes de sangre.

Fuera de mí, empecé a caminar sin rumbo.

***

Llegué al puente Golden Gate cuando sentí que me adueñaba de mi cuerpo otra vez. Con lágrimas en los ojos y con el miedo de lo que pasaría si no lo hacía. Decidí saltar.

 Escuché una voz después de saltar que gritaba: ‹‹ ¡Jonaaaa! ¡Jonaaaaa!" ››

 En ese momento note la vista desde la mitad de la caída. El tiempo se paró.

‹‹ ¡Qué vista tan bella! ›› pensaba al darme cuenta que estaba sucediéndome uno de aquellos momentos únicos de los que hablaba Mike. Era el fin de este libro, este libro que terminaría trágicamente. El fin de esta historia de la que fui parte en cierta forma.

Aquella voz que gritaba mi nombre sonaba cada vez más fuerte.

 En aquel momento en que el tiempo se había parado, me quedé absorto en mis pensamientos procesando todo lo que había sucedido hasta que me di cuenta que era la voz de Mike.

—¡Jonaaaaa! ¡Jonaaaaa! —gritaba caminando en dirección hacia mí.

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