CUENTO
Publicado el 20 de septiembre de 2020
El viejo Onton, en la novela NÁYAP
Esteban Leon
—Tu abuelo es una leyenda, sobrino —respondió, Remigio Onton—, en la comunidad, entre los antiguos de la ciudad, principalmente en Aymaraes. Aparte de ser un gran líder en su tiempo además de gran curandero hasta hoy, lo que le llama la atención a la gente es su condición de mujeriego, ése viejo fue un padrillo, debe tener montón de hijos en Aymaraes, incluso debe haber aquellos que son de su sangre, pero no llevan su apellido. Lo otro es que es un orgulloso, petulante, sus ideas valen más que de cualquiera y hace valer no sólo porque sí o porque le da la gana, es algo genio, sabe justificar su idea, al final, incluso sus detractores se convencen y le dan toda la razón. Y nunca llora el viejo y muy pocas veces ríe. De joven era un gran jinete, siempre ganaba en las carreras de caballos en las comunidades a donde iba en San Juan y Santiago, a algunas de esas lo acompañé; nunca quiso llevar a esos eventos a tu abuela, porque después de las carreras, el pendejo se cogía a las mujeres de esos sitios; y como tenía bonita voz, cantaba y a la vez tocaba el arpa, pues muchas cholas se le pegaban como las moscas a la miel. Una vez casi murió el viejo, fue atacado por un puma en estas alturas, como el gato al ratón, el puma se le había abalanzado de un momento a otro, lo cogió desprevenido; le arrancó un pedazo de carne del hombro derecho y le dio arañazos profundos en la nuca y alrededor del cuello; el viejo siempre anda con una navaja en la cintura, logró acertar en la garganta del felino y lo derribó, fue su caza sin carabina. El viejo nos para advirtiendo que cuando muera, sobre su tumba plantemos pencas u otras espinas, porque, debido a que ha hecho pacto con los diablos, como dice él, después de su muerte podría resucitar, levantarse y andar condenándose entre estas alturas o los montes de la comunidad.